Entrevista a Alejandro Aravena

Tiene talento y sobre todo carácter. Además tiene estilo. Es de los que por mucho presupuesto que disponga crea con la menor cantidad de elementos; de los que renuncia a ser profesor vitalicio en Harvard para dedicarse a enfrentar problemas de vivienda social en Chile; de los que se embarca en obras internacionales –como la que le ofrecieron en Vitra, Alemania– que lo hacen sentir cercano a las cumbres. Crítico de la mayoría de sus pares, Aravena, el arquitecto que gasta latidos sólo en "encargos de relevancia", se sabe inclasificable y está en lo correcto.

Es posible la hipótesis del arquitecto estrella. Sólo tiene 40 años y una vertiginosa carrera avalada por premios, publicaciones en todo el mundo, libros de su autoría y dos retrospectivas. Suma también celebrados edificios para la Universidad Católica, como la Facultad de Matemáticas, de Medicina y las Torres Siamesas. Por cinco años fue profesor visitante en Harvard y cuando le ofrecieron el cargo vitalicio decidió rechazarlo. Igual sigue vinculado a Estados Unidos con un proyecto de altísimo presupuesto para una universidad en Austin, Texas. El 2000 fue elegido el mejor arquitecto menor de 35 años por el Colegio de Arquitectos de Chile y el 2004, considerado uno de los diez profesionales de esta área con mayor proyección mundial por la Architectural Record. La prestigiosa revista norteamericana no se equivocó en su vaticinio porque hace casi dos meses Alejandro Aravena recibió una invitación que lo impactó profundamente: construir en Alemania "algo" para Vitra, una de las más importantes fábricas de mobiliario contemporáneo, donde conviven obras de famosos arquitectos.

—Incluidos los suizos Herzog & de Meuron, cinco de los estudios de arquitectura que tienen edificios allí tienen el Pritzker, y los trabajos les fueron comisionados antes de que se les diera el premio lo que es una clara indicación del olfato de Rolf Felhbaum –el director de la firma– para la calidad y el talento. Yo miro todo esto de reojo. No sé, es una cosa rara, por suerte no tengo tiempo para pensar demasiado, porque sino uno termina afectado—declara Aravena, que es un hombre estiloso, buenmozo y alto, que habla seriamente como si estuviera dando una de sus habituales conferencias internacionales.

Pero a él, que es el director ejecutivo de Elemental, le caería pesada la carátula de estrella. Su "Do Tank", como lo llama es un proyecto que cambió la forma de enfrentar en Chile el tema de la solución habitacional y que ahora aborda además otros temas urbanos, "mirando a la ciudad como fuente de equidad". Por eso, mejor si no lo clasifican, porque además dispara con ironía contra la mayoría de sus pares: "Normalmente tienen una agenda propia, andan por el mundo diciendo a mí me interesan los espacios, los materiales, los nuevos lenguajes, y ¿¡a quién le importan sus obsesiones personales con la cantidad de problemas que tiene el planeta!? No hay ni un solo big name que esté preocupado de la vivienda social, no aceptan el desafío de las preguntas difíciles, como la pobreza, el desarrollo, la marginalidad, la segregación. Pero el precio que pagan es la irrelevancia. Si no hacen una obra no pasa nada y cuando eres irrelevante lo que haces para que la sociedad no lo piense, es realizar cosas que impacten, ocupar la estrategia del shock. Por eso, la gran arquitectura ¿qué es lo que está diseñando? Proyectos impactantes, desde Frank O.Gehry a la Zaha Hadid.

Nombres que tienen construcciones en Vitra

—De hecho Felhbaum me dijo, ¿sabes por qué te estoy llamando a ti? Porque quiero una obra directa, sencilla, económica, rápida. Lo que necesito es que si pregunto A, me contesten A.

Una forma extrema de enfrentar el oficio, por un lado haces proyectos joyitas y por otro te ocupas de temas sociales...

—Yo creo que nunca he hecho una obra joyita, por mucho presupuesto que haya no he dejado de contestar la pregunta con la menor cantidad de elementos posibles. Si uno puede decidir cómo se gasta los latidos en la vida, ojalá sea en cosas que tengan relevancia y cuando trabajas en un ámbito privado el alcance es muy poco. La cantidad de energía que se gasta en una casa es más o menos la misma que se ocupa en un proyecto de vivienda social o en un edificio institucional, entonces prefiero ocuparla en algo que valga más la pena.
Aravena declara huir conscientemente de los ámbitos donde sólo tiene a sus pares como interlocutores, y en cambio se siente cómodo cuando puede relacionarse con otro tipo de gente "hablando en un lenguaje que le haga sentido a un no arquitecto". Feliz, por ejemplo, si está con pobladores discutiendo un proyecto. "Las familias son tremendamente pragmáticas cuando hay que poner en la balanza lo que se puede hacer". Con eso alude a la forma en que Elemental aborda el tema habitacional: En vez de levantar una casa chica de treinta y tantos m¯ –que es la clásica solución que alcanza con la plata estatal– hacen una que potencialmente puede llegar a los 70 m¯. Se construye un baño, cocina, escalera y muros medianeros –las partes difíciles de una vivienda– que una familia por su cuenta no va a poder realizar por mucho tiempo o esfuerzo que invierta. También arman la estructura para el estado final que va adquiriendo forma con el ingenio y gusto de sus dueños, en la fase de autoconstrucción.

Las barreras de un profesional de exportación

De su carácter firme y su tendencia a pensar en grande hablan sus pares y amigos. "Es súper intenso, emocional, fuerte en sus relaciones. Es un gallo transparente, lo que pasa es que tiene una pinta que no calza, deben pensar que es un freak, soberbio, que no es capaz de ser sencillo en el día a día, y lo es absolutamente. También es ambicioso, se pone metas altas y eso a veces cae mal", sostiene el ingeniero Andrés Iacobelli con quien concibió –estando ambos en Harvard– la idea de Elemental. En este punto está de acuerdo el arquitecto Sebastián Irarrázaval: "Lo que lo diferencia de otros colegas exitosos, es que combina una suerte de realismo con una ambición de escalas mayores, es un arquitecto con ímpetu. Ojalá pudieran llevarse a cabo sus proyectos gigantescos, sería fantástico para la ciudad".

Los halagos siguen. Para Pablo Allard, Aravena, es lejos el máximo arquitecto de su generación; y para Felipe Assadi "lo mejor que ha producido la Universidad Católica en las últimas décadas. Haber llevado a término una idea como Elemental, en un contexto en el que existen excelentes arquitectos pero en el que nadie se preocupa por la vivienda social, me parece extraordinario". Este proyecto urbano es apreciado también por Germán del Sol, pero él es un duro crítico de las obras de Aravena: "Es talentoso, tal vez más interesado en las apariencias que en el contenido sugerente de la buena arquitectura. Tiene razón en ocuparse de las formas, si pretende colaborar en la cultura de la imagen. Quizás por eso, sus obras son tan bellas por fuera, como vacías por dentro", declara el Premio Nacional de Arquitectura 2006.

Aravena sabe que está expuesto al juicio hasta de sus estudiantes. "Hay algunos de la UC que me deben tener mucha mala porque he sido alguna vez muy duro con ellos, lo que implica muchas veces unos foros violentos en torno a las cosas que yo pueda decir o no. Pero el punto es que si con alguien soy duro es conmigo mismo. A los proyectos aquí le sacamos la mugre, si no resisten nuestro propio análisis se van pa' fuera automáticamente. Yo no me considero especialmente bueno pero lo que sí uno puede hacer es pensar con cuidado, y eso es lo único que le pido a un estudiante universitario".

Le cuesta hablar de su vida personal, más bien tiene decidido no hacerlo y la frontera que pone es clara. Con esfuerzo entrega datos que insistimos son de currículo como el que su mujer es brasileña –la conoció dando una conferencia allí–, y que tienen dos hijos: Américo de nueve años y Malú, de uno. Cuando se trata de aspectos que mezclan lo íntimo con lo públicamente biográfico se tupe o complejiza. Por qué estudió arquitectura es el tipo de cosas que, según dice, no sabe contestar. "Es cómo que me pregunten por qué tengo esta caligrafía, qué quieres que te diga... Me carga citar poetas, pero si uno lo lleva a temas de fondo, como dice Fernando Pessoa "todo comienzo es involuntario". Y yo creo que es bastante cierto, hay cosas que uno hace para las cuales no hay razones. Y yo no tengo ningún problema con las incertezas, o sea, muchas de las cosas importantes de la vida si me preguntas ¿qué sentido tienen, para dónde van? No tengo idea, no lo puedo verbalizar, sin embargo, sé que son ciertas.

Artículo de Soledad Villagrán Varela para la revista El Mercurio

Web | Alejandro Aravena

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